En el siglo XV, las plagas eran
un gran azote para los pobladores europeos, las personas morían por miles sin entender
las razones; la peste negra mato casi la mitad de la población de Europa hacia
el año 1636 el cólera cobraba muchas vidas a los pocos días de aparecer en una
localidad. La proporción de los niños que sobrevivían al parto era casi la
mitad de los que morían víctima de infecciones. Las cirugía eran el terror de
los pobladores pues los paciente se infectaban y morían de gangrena, en la mayoría de los casos. Los religiosos atribuían
estas desgracias a castigos divinos y adioses, enfurecidos por el mal procedente
de la humanidad.
Después de la aparición de los
primeros y rudimentarios microscopios, empezó a sospecharse de que organismos
minúsculos, imposible de ver a simple vista, podrían ser los responsables de
tantas muertes, pero no había quien comprobara o debatiera dichas dudas.
Un dia Antón Van Leeuwenhoek
observo que una gota de agua podía contener millones de organismo que se movían
y revolcaban continuamente. Esto sirvió de base para que otros inquietos
científicos continuaran observando. Finalmente, pudo establecerse que los
microbios se encontraban en todos los lugares y ambientes de la tierra y que
ellos eran responsable tanto de muerte por enfermedades como de beneficios, por
los procesos de descomposición que realizan al reciclar la materia
descompuesta.
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